Cada año, el calendario emocional de Úbeda tiene una cita ineludible: la Romería Grande de la Virgen de Guadalupe, patrona de la ciudad. Una tradición viva que trasciende lo religioso para convertirse en el reflejo de la identidad, la memoria colectiva y la herencia cultural de generaciones de ubetenses.
Un origen que se remonta a 1381: el hallazgo en Gavellar
La devoción a la Virgen de Guadalupe de Úbeda tiene sus raíces en un suceso que forma parte esencial del imaginario de la ciudad. En el año 1381, un humilde labrador llamado Juan Martínez descubrió una pequeña imagen mariana junto a un arroyo en el paraje de Gavellar, en las inmediaciones de la aldea de Santa Eulalia.
Desde entonces, la imagen, cariñosamente conocida como "La Chiquitilla", no solo se convirtió en objeto de fervor religioso, sino en emblema de Úbeda. En 1615, la ciudad proclamó a la Virgen de Guadalupe como su Patrona oficial, reforzando un vínculo que, más de seis siglos después, sigue plenamente vigente.
Aunque la talla original fue destruida durante los trágicos sucesos de 1936, la actual imagen, obra del escultor Fernando Cruz Solís, mantiene vivo el espíritu de aquella primitiva devoción.
La Romería Grande
Cada 1 de mayo, Úbeda revive su historia más profunda en la Romería Grande. A primera hora de la mañana, tras una emotiva misa en el santuario del Gavellar, cientos de romeros —a pie, a caballo y en carrozas— acompañan a la Virgen en su traslado hacia la ciudad.
El recorrido, de varios kilómetros, discurre por caminos de tierra rodeados de olivares centenarios, el paisaje que define la provincia de Jaén. Las paradas en Santa Eulalia y el Molino de Lázaro, antiguo lugar de la ermita de la Vera Cruz, marcan momentos de intensa emoción colectiva.
Ya en Úbeda, la Virgen es recibida con vítores y oraciones, y durante los meses de primavera y verano permanece en la ciudad, siendo objeto de cultos, novenas y visitas constantes.
La Romería Chica
Sin embargo, esta romería de mayo es solo la primera parte de la celebración. El 8 de septiembre, coincidiendo con la celebración de la Natividad de la Virgen María, Úbeda se transforma. Sus calles históricas, flanqueadas por palacios renacentistas y monumentos Patrimonio de la Humanidad como la Sacra Capilla del Salvador o la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, se engalanan para rendir homenaje a su Patrona.
La procesión es uno de los momentos más esperados del año. La imagen de la Virgen de Guadalupe, portada a hombros por sus fieles, recorre un itinerario que combina emoción, recogimiento y fiesta popular. La música de las bandas locales, el repique de campanas y el fervor de los asistentes crean una atmósfera única, imposible de describir sin vivirla.
La jornada concluye con la tradicional misa y los actos de agradecimiento, pero el espíritu de la celebración perdura en cada rincón de Úbeda durante días.
El regreso al Santuario del Gavellar
Tras las celebraciones de septiembre, la Virgen de Guadalupe regresa a su santuario, acompañada nuevamente por sus devotos. El traslado de vuelta, lejos de ser un adiós, se vive como una promesa de reencuentro, un lazo que une de forma indisoluble a la ciudad y su Patrona.
La ermita del Gavellar, ubicada en un paraje de gran belleza natural, es el espacio donde la Virgen permanece el resto del año. Este santuario histórico, levantado a partir del siglo XV y restaurado en diversas ocasiones, es también uno de los enclaves espirituales más significativos de Úbeda.
Una celebración que forma parte del alma de Úbeda
La Romería Grande y la festividad de la Virgen de Guadalupe no son simplemente actos religiosos: son manifestaciones profundas de la cultura popular, la identidad histórica y la cohesión social de Úbeda.
Desde las generaciones mayores, que conservan intacto el fervor de antaño, hasta los jóvenes que encuentran en la romería un punto de encuentro y celebración, todos los ubetenses comparten el orgullo de pertenecer a una ciudad que respeta y mantiene vivas sus tradiciones.
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